top of page
Foto del escritorAlvaro Panzitta

Iosef


Iosef era el preferido de su padre, Yakov, porque había nacido de la única mujer que había amado: Raquel. Sus hermanos mayores habían sido concebidos con otras mujeres, fuera por engaño o por celos. Esto lo ponía en un gran aprieto, como lo demostraban las visiones que tenía, en las que ellos lo golpeaban o le hacían daño. 

Todos sabían que él iba a ser el heredero y su progenitor no se molestaba en ocultarlo, al contrario, llegó a hacerle a Iosef una colorida túnica, que fue la envidia de sus hermanos. 

-Nos vengaremos -se dijeron.

Y la oportunidad se les presentó en una de sus jornadas de pastoreo. Como no regresaban, Yakov envió a Iosef a ver qué ocurría. Viéndolo desde lejos, decidieron matarlo. A excepción del mayor, Reuven, que los intentó persuadir. Al llegar lo arrojaron a un pozo profundo hasta decidir qué hacer y convinieron venderlo como esclavo a unos mercaderes de Kemet. A su regreso, anunciaron a Yakov la muerte del joven presentándole la túnica manchada con la sangre de un cordero.

-Fue un león -dijeron al padre, que no lo creyó.

El Elfo Amenofis IV era faraón de Kemet cuando Iosef llegó prisionero. Había tenido una ardua lucha contra los magos partidarios de Amón, uno de los titanes desterrados de su tierra. Y comenzaba a establecer una alianza con los descendientes de Atón, que al menos tenían buen corazón.

Iosef fue vendido a la casa de Potifar, que al descubrir los amplios conocimientos que tenía su esclavo, tanto en letras como en números, lo puso como administrador de su hogar. Mientras que las tareas más pesadas lo hicieron fuerte en cuerpo y alma. Un día, la esposa de su señor lo quiso seducir, pero él se negó rotundamente, recordando los valores que le había enseñado su padre. Tenía una gran esperanza de volver a ver a su familia y se encomendaba a Elohim, que lo confortaba con signos

La esposa de Potifar, temerosa de que la denunciara, lo acusó de querer seducirla. Su marido no le creyó, pero por respeto a ella tuvo que enviar a Iosef a prisión.

En la cárcel conoció al copero y al panadero del Faraón, ambos acusados de robar una copa de su señor. Ambos le contaron que habían tenido sueños extraños y él les pidió que le relataran ambos, porque tenía el don de interpretarlos.

El copero había soñado con una vid y tres sarmientos, que brotaban, florecían, y maduraban. Él exprimía los frutos en la copa del Faraón y éste la tomaba. 

-Los tres sarmientos representan los días que estarás encerrado. Serás encontrado inocente y volverás a servir a tu señor. Cuando esto ocurra, te pido que hables con él para que me libere y pueda volver a mi tierra.

El panadero había soñado que caminaba con tres canastas llenas de pan y unos pájaros se comían todo, sin dejar migaja alguna.

-Las tres canastas representan el tiempo que estarás en prisión. Te encontrarán culpable, te ejecutarán, y las aves de carroña devorarán tu carne.

Todo se cumplió, pero el copero olvidó a Iosef por dos años, hasta que el Faraón tuvo un sueño que nadie podía interpretar y habló a su favor. Amenofis lo mandó llamar y contó lo soñado.

-Soñé varias veces que estaba junto al Nilo, del cual salían siete vacas gordas y siete vacas flacas. Además soñé con una caña de trigo, de la que brotaban siete espigas cargadas de grano y otras siete quemadas. 

-Elohim le habla en esos sueños que significan una sola cosa: se avecinan siete años de abundancia y siete de escasez. Tendría que buscar un hombre sabio que esté al frente de su tierra e intendentes que recorran Kemet juntando un quinto de todo lo que se produza en el tiempo de abundancia, para que sirva de reserva en el tiempo de escasez. 

-Entre todos los sabios, te escojo a ti -dijo el Faraón-. Tú gobernarás mi tierra.

Iosef aceptó y agradeció a Elohim por Su Providencia. Amenofis engalanó al joven y le dio por esposa a la Elfa Asenath, hija de Potifera, mago descendiente de On. Con el tiempo tuvieron dos hijos Manasés y Efraín. 

El tiempo de abundancia pasó, seguido por el de escasez, el cual también golpeó a la tierra de Yakov. Éste envió a todos sus hijos a Kemet, con excepción de Beniamin, porque había escuchado que tenían trigo almacenado. Iosef los recibió, pero ellos no lo reconocieron. Él no se reveló y quiso ponerlos a prueba. Primero les conversó, asegurándose que Beniamin siguiera con vida. Y luego los metió presos por tres días, acusándolos de ladrones. Sin entender el comportamiento del gobernador, pero conscientes de estar en Kemet, reflexionaron sobre el mal que le habían hecho a su hermano. 

Iosef, que había escuchado sus reflexiones, los dejó libres y les dio trigo con una única condición: que volvieran a Kemet con Beniamin. Quedando Simeón como garantía.

Al regresar con su padre, se asombraron porque no sólo tenían el trigo sino el dinero que habían pagado por el mismo. Temerosos que aquello fuera una treta de Kemet para volverlos esclavos, insistieron a su padre para que dejara que fuesen con Beniamin.

En Kemet, fueron recibidos por el mayordomo de Iosef que les dijo que no se preocuparan por el dinero.

Iosef les preparó una cena y los hizo sentar según la edad lo que los desconcertó ampliamente, pero el mayordomo les dijo que el joven había adivinado porque tenía una copa mágica de plata. Al ver a Beniamin, a quien quería profundamente, Iosef se emocionó teniendo que irse a llorar a su dormitorio. Al volver le sirvió más comida que al resto para asegurarse que no le faltara nada.

A la mañana siguiente, hizo llenar nuevas bolsas de trigo para sus hermanos, pero mandó a esconder su copa de plata en la de Beniamin, para ponerlos a prueba. Cuando se estaban yendo mandó soldados que acusaron de ladrón al más joven, ordenando que partieran todos menos él. Pero ellos dijeron que preferían morir antes que ver a su padre perder otro hijo. Al ver que habían cambiado, Iosef se largó a llorar y les reveló quien era. Éstos, sorprendidos, temieron su venganza. Pero él adjudicó a la Providencia el hecho de estar allí y poder alimentar a su pueblo de origen.

Cuando el Faraón se enteró mandó a llamar a todo el pueblo de Yakov a quienes les regaló tierras y toda clase de regalos por la ayuda que Iosef les había prestado.

Iosef y su padre se reencontraron, y el anciano permaneció hasta su muerte con la condición que repatriaran sus restos al morir.

Al morir Iosef -a los ciento diez años de edad-, sus restos fueron momificados hasta que en el Éxodo volvieron a la Tierra Prometida.


0 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo
bottom of page