Atrahasis, el mago sabio, de condición eterna, le había dado refugio a al último rey Enano, por su condición pacífica, ante todo. El refugiado se llamaba Tirigan, y pese a no ser descendiente de Gilgamesh, también tenía un corazón semejante al suyo.
-Habíamos logrado un reinado lleno de paz y concordia -dijo el Sabio; pero el corazón de algunos sólo busca la guerra. Te traje para que salvaras tu vida y para que me ayudaras en una empresa que tengo en mente -le dijo al Guti.
El Enano aceptó acompañarlo y durante varios meses se dedicaron a una minuciosa tarea: juntar restos de civilizaciones previas a la Sumeria, grupos que en el futuro ni siquiera recibirían el nombre de "civilización".
El primer poblado que encontraron fue Jarmo, había tenido unas veinticinco casas, con paredes de adobe sobre cimientos de de piedra y techos de barro. Descubrieron que unas ciento cincuenta personas habían vivido allí, reparando sus hogares habitualmente. Encontraron objetos de piedra, silex y obsidiana, así como también cestas impermeabilizadas con brea.
-No hay manera de que la obsidiana llegara hasta aquí, el yacimiento más cerca queda a doscientos kilómetros -dijo el Enano Guti, que conocía el material y su uso.
-Eso significa que había comercio desde antes de lo pensado -sonrió el sabio-. Mira, también hay conchas marinas, que seguramente han traído del Golfo Pérsico.
-Lo que es evidente es que se dedicaban a la agricultura -prosiguó Tirigan, llevándose una mano a su mentón barbado-. Hay hoces de piedra abandonadas, cortadores y cuencos. ¿Por qué abandonarían todo esto?
-Supongo que evolucionaron a otros elementos más sofisticados. Esos cuencos de allá son de marmol grabado -sonrió.
-¿Y esto? ¡Instrumentos hechos de hueso! Botones y cucharas...
-Y por lo visto cultivaban espelta, escanda, cebada y lentejas -rió el Sabio mientras recogía un puñado de cada una-. Sin contar las silvestres que aún crecen en las periferias ¿las has podido distinguir?
-He visto guisantes, semillas de algarrobo, bellotas, pistacho y creo que algún trigo salvaje.
-Por las huellas de alrededores, podemos asegurar que habían domesticado cabras, ovejas, cerdos, y por supuesto, perros.
-No entiendo -lo observó el Enano- ¿Para qué me traes aquí?
-En principio para que veas que todos somos humanos, ellos, nosotros, y todos los Hombres, sin importar la etnia, desde el más pequeño al más grande. Tomaban en vasos de cerámica como tantos otros, y mira aquello, hacían figuras de sí mismos y de otros.
A algunos metros había estatuillas de barro, algunas zoomorfas, lo que demostraba el contacto para bien o para mal, con licántropos.
-Estas de acá muestra a mujeres embarazadas -dijo el Sabio tomando una figura-. En el futuro dirán que le rendían culto a una "diosa madre", pero en realidad están representando lo más valioso desde que se creó el mundo -lo miró a ver si adivinaba.
-La mujer y la maternidad -comprendió el Enano.
-Es ahí donde reside el gran misterio de la vida, del amor humano del que hablábamos. La estatuilla primitiva no sólo representa a una madre...
-También representa al hijo -volvió a acertar.
-Y el hijo es la Humanidad misma. Ella y todos. Todos somos humanos, todos somos hijos e hijas, incluso la madre.
-Es muy bello.
-Empezamos una búsqueda mi querido Tirigan, pero esto no acaba aquí, a penas es el comienzo -lo palmeó amistosamente.