La muerte de Sargón trajo una gran rebelión contra su Imperio. Comenzó como algo aislado en Ur y Lagash, pero pronto se sumaron Umma, Uruk y Kazallu. Los elamitas colisionaron unos contra otros y Ebla recuperó su independencia perdida. El hijo del difunto, Rimush, reprimió con dureza a los sublevados, hasta que fue asesinado en una revuelta en su propio palacio, siendo sucedido por su hermano Manishutusu, que tampoco duró mucho, y fue sucedifo por su vástago: Naram Sin.
Los hurritas comenzaron a ser una amenaza, a la vez que, veinte reyes mesopotámicos, se concentraban contra el joven emperador, que los derrotó con fiereza.
Naram se parecía a su abuelo y eso hizo retroceder a muchos. Conquistó desde Elam hasta el Mediterráneo; Siria y la región de Alepo; e incluso arrebató el Sinaí a los Elfos de Kemet -el Egipto arreitano. Además, derrotó al rey Magan y a las tribus de los montes Tauro. Estaba en el zenit de su propio Imperio, cuando una descendiente de Inanna apareció con una noticia.
-Tu bisabuelo traicionó a mi bisabuela, para que Sargón fuera proclamado rey. Fue un juego de poderes, por eso el copero llegó al trono. Tu abuelo no lo supo hasta su muerte y por lo que dicen, su expresión fue de arrepentimiento. Tu padre ignoró a mi madre. Y ahora me toca a mí pedirte que hagas una reparación para con los míos.
Naram, cegado de poder, ignoró a la doncella y rio de buena gana. La descendiente se fue sin decir nada, cansada de la indiferencia real, pero con un plan en mente. Subió a las montañas y sedujo al jefe guti, le contó de la traición a su bisabuela, y supo que el propio Sargón tenía sangre montañesa.
Los gutis habían crecido en número y no dudaron un instante en arremeter contra Naram como una plaga hambrienta.
Naram Sin murió, sin que su ejército de 360.000 hombres pudiera impedirlo. Lo sucedió su hijo, Sharkalisharri, que no pudo mantenerse con vida durante mucho tiempo.
Los Enanos Gutis, los descendientes de Inanna, y el rey Kutik Inshushinnak de Awan, dieron fin al Imperio.