Al principio de los tiempos no existía la mentira, hasta que Hilan sedujo a la humanidad y ellos perdieron su amistad con Elohim, quien no se cansó de buscarlos para que se pudieran salvar. Eso fue mucho antes de la Guerra del Destierro, cuando aún había un Edén y todos eran inmortales. Con la mentira llegó la muerte, y con la muerte el fin de una era. Fueron creadas todas las cosas nuevas y los mortales habitaron la Tierra, expandiéndose a nuevos mundos sin saberlo, poblando el Multiverso entero.
Los Hombres nacieron en África y migraron hacia el norte, salvo los que pasaron por algún portal, sin saber de qué se trataba. Aquellos llegaron a Sumeria, en la misma Tierra; y éstos a Shinar, en Arreit. Y la historia continuó su curso paralelamente.
En Arreit, los Titanes ayudaron a modelar las montañas, los mares y todo lo que existía. Algunos colaboraron también en la Tierra, pero cuando se dieron cuenta que podían dominar a los Medianos, se dijeron a sí mismos "les haremos creer que nosotros los creamos y ellos serán nuestros sirvientes". Cuando Elohím se enteró, les prohibió retornar a la Tierra. Pero hubo una raza de hombres y mujeres que colaboraron con ellos.
En la Mesopotamia se los conoció como Igigi, en Agressa como Ninfas, y así sucesivamente fueron variando sus nombres en el resto del mundo. Algunos tenían el tamaño de un Mediano, otros eran Pigmeos, pero su tarea era la misma: difundir noticias falsas. Fueron los primeros en mentir a cerca de los Titanes, diciéndoles a los hombres de la Tierra que sus opresores, en realidad eran deidades. Sólo los arreitanos no cayeron en sus mentiras, conscientes de la guerra sufrida.
Así, hubo un nuevo comienzo para todos.