Una de las primeras titánides en ser creadas fue Tiamat, nació en las aguas saladas del Golfo de Alkhalij Alfarsi, y enseguida se convirtió en líder de los suyos. Tenía el don de respirar bajo el agua e incluso de direccionar a ésta a su gusto, podía ordenarle que se elevara hasta el cielo o que se extendiera en proporción. Elohim le encomendó ayudarlo en la creación de mares y en la contención de estos. Al principio, cuando descubrió sus capacidades, pensó que era maravilloso ayudar al Creador. Fue enviada a la Tierra, a preparar el Golfo Pérsico, como lo había hecho en su mundo. Pero con la llegada de los primeros Medianos y Pequeños, algo cambió: pasó de sentirse capaz a sentirse poderosa.
Tiamat viajaba entre mundos por un Portal que aún existe en las profundidades del Pérsico. Construía en un mundo y en el otro. Y en medio de sus tareas conoció a un semejante: Engur, un Titán de Agua Dulce. Tanto se amaron que sus cuerpos se volvieron de agua y se mezclaron como nunca había pasado. Juntos crearon los primeros estuarios, y pronto fueron padres de Lahmu y Lahamu.
Engur se indignó de que sus hijos nacieran Gigantes y no Titanes, y más le pesó que sus dones fueran modelar el barro y no sólo el agua, considerándolos más poderosos que él mismo. Ya crecidos, los hermanos fueron llamados los Fangosos y también los Barbudos. Aunque su barba no era de pelo solamente, sino de una especie de vegetación que crecía en sus cuerpos. Ellos fueron padres de dos pueblos: Amshar y Kishar.
Tiamat, entre tanto, había comenzado a recibir veneración de los Medianos de la Tierra, a quienes convenció de que ella era la creadora de todas las cosas. Relación a la que luego se sumaría su marido, Engur. Pero sus mentiras llegaron a oídos de Elohim que , indignado por su comportamiento, exhortó a la pareja a regresar a Arreit.
Al volver definitivamente a Alkhalij Alfarsi, vieron a sus hijos con recelo, porque habían logrado mucho más de lo que ellos mismos habían podido hacer. Y por eso decidieron matarlos. Para lograr su cometido, Tiamat se alió a un Dragón de Agua, mientras que su esposo no encontró bestia que se le uniera en su empresa.
La pareja logró su cometido, pero Engur fue dominado por uno de sus nietos, de nombre Enki, quien lo durmió para siempre en las profundidades de Arreit.